Ella se ha arreglado, se ha puestos sus tacones. Estaba feliz. Al caminar pisaba fuerte la acera, sin dudar un momento. Era más fuerte de lo que muchos pensaban o al menos se había acostumbrado a aquella situación.
Sus amigas la estaban esperando. Llevaba 15 días sin ver a Luna. Estaba más morena y su sonrisa había cambiado. Aquella isla que tan bien conocía era mágica. No les temblaron los pies, no vacilaron, ni dudaron. Eran amigas. No recuerda muy bien el momento en la que se conocieron, pero eran amiga de su ex-novio. Un buen chaval, pero que solo se alimentaba de sueños, que tampoco hacía nada por cumplir. Después de aquella relación al menos se quedó con la incondicional amistad de Luna.
Aileen era otra historia. Le había cogido cariño con el tiempo, ya que al principio no habían tenido una buena relación. Era una chica bastante alta, morena. Era de esas personas fieles, ella sabía que podía confiar en Alieen. No hacia falta tener algo para contarse, hasta el silencio a su lado tenía un sentido. La quería mucho ya que en este último año había sido su apoyo permanente.
Después de varias horas de bailar y charlar con la gente, le dolían los pies. El ambiente del pub era demasiado denso. Muchas veces se sentía fuera de lugar como si todo aquello no fuera con ella. Se sentaron en la acera, cuando apareció él. Le cogió las pierna, le quitó los zapatos y le dio un masaje.
Al mirarle se olvidaba del mundo, se concentraba en cada detalle de su rostro. Le fastidiaba reconocerlo pero había empezado a quererle, pero no un amor que ciega, ni que atonta, aquel amor en el que no podía evitar sonreír. Era consciente que no tenía demasiado futuro, que la vida era tan puñetera que te regalaba o arrebataba lo que más querías a su antojo.
Le había cogido cariño. Le gustaba la manera en la que le miraba, como limpiaba sus lágrimas, y por qué no, los momentos más apasionados. Cuando sales corriendo sin motivo, o robas un beso que no te correspondía, eternizas una sonrisa. Le quería y no estaba dispuesta a dejarlo escapar.